El ojo del hombre

Se llama Pantaleón Astiazarán, pero todos le dicen Panta. Él firma así: su libro, sus artículos, su blog y sus fotos. Llega al restaurant de Puro Verso, en la peatonal Sarandí, diez minutos después de lo pactado. “Cecilia, ¿sos vos?”. Se sienta y desde ese momento no para de hablar. Primero, una anécdota sobre si es conveniente grabar las entrevistas o no; y algunos trucos que le enseñaron durante los años que vivió en Brasil. Luego, comenta cuánto le gusta el lugar que eligió para encontrarnos. “¿Viste esos ventanales de ahí? Siempre los uso para hacer retratos”.

Tiene 65 años, y una vitalidad que asombra. Estudió medicina, trabajó como operador de cámaras de compresión para buzos, fue guardaespaldas de Líber Seregni (y publicó un libro sobre el tema), campeón rioplatense de karate, periodista y escritor. Él, ante todo, se define como fotógrafo: “ese ha sido el único común denominador a lo largo de mi vida”. Descubrió por primera vez ese mundo cuando tenía trece años. No recuerda por qué, y tampoco le importa. Lo único que sabe es que desde entonces nunca paró de disparar.

Por aquel entonces, en la década de 1960, no había escuelas de fotografía en Montevideo. Panta iba a la Biblioteca Nacional y sacaba apuntes de Toda la fotografía en un solo libro. Aprendió inglés leyendo sobre cámaras y cómo revelar. Ese idioma es hoy en día una de sus mayores herramientas de trabajo.

Las primeras imágenes que vendió fueron para los equipos de fútbol de sus compañeros de liceo. “Para mi espanto, porque si hay una cosa que detesto es el fútbol”. Su primera publicación en prensa fue en el semanario Sur, durante las elecciones de 1971. Panta tenía 23 años. Desde entonces pudo vender a distintos medios, incluso de Buenos Aires y San Pablo. En 1976 se recibió de médico y al poco tiempo consiguió trabajo en Brasil. No volvió a publicar fotografías hasta mediados de los 90, cuando se volvió por primera vez en su trabajo de tiempo completo.

Su abuelo era médico. Él lo admiraba mucho, y lo llevó a querer seguir esa carrera. “Probablemente haya sido un error”. Apenas consiguió el título, luego de diez años en la Universidad, le ofrecieron un trabajo como médico submarinista en Brasil. Era una época jodida en Uruguay, recién había comenzado la dictadura, y le gustó la idea de poder vivir en Río de Janeiro.

Pasaron un par de años y Panta no pudo revalidar su diploma en ese país. Dejó de ejercer como médico y se dedicó a operar cámaras de compresión para buzos en una empresa francesa: en Brasil, en el Mar Negro, en África. Pasaron catorce años. Luego de seis o siete semanas a bordo, siempre tenía algún tiempo de descanso en tierra firme. Esos eran los momentos que aprovechaba para sacar fotos. Panta recuerda esta época como un momento de suerte en su vida: tal vez, de lo contrario, seguiría siendo médico.

Nunca volvió a alejarse de la fotografía. En 1995, ya instalado otra vez en Uruguay, Panta entró a trabajar a la revista Tres como fotógrafo. En paralelo escribía algunos textos –muchas veces acompañados por imágenes- para El País Cultural. Esta es una tarea que continúa hasta el día de hoy. Desde el año 2000 es editor en la mesa de fotografía para Latinoamérica de AFP (Agence France Presse) en Montevideo. Un trabajo fácil y aburrido. A él no le importa, trabajar para la agencia también tiene su parte positiva. “Hay gente macanuda y talentosa, el ambiente es bueno y –más importante- pagan bien”.

Otra de sus grandes pasiones es viajar. Pero no como los turistas –estuvo tres veces en la India y nunca entró al Taj Mahal- sino que va con la idea de descubrir nuevos lugares, los que la gente no está acostumbrada a ver. Junta varias licencias y viaja durante dos meses a distintos lugares del mundo. Otra de las ventajas de trabajar en AFP. Ahora está planificando uno a Filipinas, aunque también le gustaría poder volver al Tíbet. Aún no tiene las fechas claras, se está haciendo una casa en Piriápolis y precisa volver a ahorrar. Cuando le pregunto con quien viaja, sonríe y cita a uno de sus amigos: “no me voy de vacaciones, voy con mi mujer”. Es difícil viajar con otras personas, en particular cuando –como Panta- llevás siempre la cámara en la mano. A veces hay que esperar media hora en un mismo lugar hasta que pase algo digno de ser fotografiado.

En otras ocasiones lo acompaña su mujer. Recuerda la vez que en la India la llevó a su lugar preferido: Paharganj. “Es como estar dentro de una pantalla de cine”. Se trata de un barrio que está al lado de la estación de ferrocarril de Nueva Dehli, donde reina el caos total. Es atroz: casas venidas a menos, gente, autos, algunas personas con turbante y otras no. Una maravilla. “Tengo una foto de mi mujer con la boca abierta en ese sitio, está estupefacta, no puede creer lo que está viendo”.

En 2009 publicó su primer libro: Cuidando al general, una historia sobre el grupo de guardaespaldas -del que él formó parte gracias a sus conocimientos de karate- que estuvo alrededor de Líber Seregni en los comienzos del Frente Amplio. Había que dejar un testimonio de lo que pasó antes de que se perdiera. “Nadie del grupo se animaba a escribirlo, entonces tuve que hacerlo yo”. A Panta siempre le gustó escribir.

Los trabajos que más disfruta: aquellos donde el texto –ya sea realidad o ficción- y la fotografía se complementan. “Eso de que una imagen vale mil palabras es una taradez”. Algunas veces lo hace para El País Cultural, pero todos los días lo publica en su blog Panta Fotos. Con un archivo tan grande como el suyo (guarda las fotografías que tomó durante toda su vida) no hay un criterio definido a la hora de elegir las imágenes. Es un buen ejercicio diario, encontrar la foto ideal para cada ocasión; y una forma de compartir su trabajo con otros mostrando imágenes de distintas épocas y lugares.

Panta Astiazarán es una persona honesta. Lo que dice suena pesimista: que la prensa en Uruguay es una basura, que Internet puede convertirse en la perdición de los fotógrafos.  Pero nada de esto parece afectarle. Se preocupa día a día por hacer lo que le gusta y del mejor modo posible. Él es feliz.

El papel del fotógrafo como autor se está extinguiendo. Pasa lo mismo con los astronautas: muy pocos puestos para muchos postulantes. Panta menciona a Steve McCurry, a Henri Cartier-Bresson, a James Natchwey. Ya no quedan como ellos. Ahora la velocidad importa más que la calidad. Todos soñamos con irnos a cubrir los ataques de Siria, pero en la mayoría de los casos lo que te mandan a hacer son porquerías de todos los días.

“Uno puede –como hice yo con la medicina- conformarse con eso y pensar que es maravilloso. O te adaptás, o te dedicás a otra cosa”. Panta ya resolvió su problema. Él saca fotos todos los días, las venda o no. Hace lo que le gusta por placer, no necesariamente con la intención de publicar. “Por eso te digo que me siento más fotógrafo que otra cosa”.